Los incrédulos de Mekka se esforzaban en inventarse maneras para fastidiar y agredir al Profeta y a todos los que se atrevían a seguirlo. Comenzaron con la adulación y el ofrecimiento de grandes riquezas y hasta el poder y terminaron agrediéndolo físicamente y urdiendo planes para asesinarlo.
En cierta ocasión Muhammad, se encontraba en la mezquita de la Cabaa, se hallaba prosternado, alabando y suplicándole a Dios, estaba sin sus
compañeros, oportunidad que fue aprovechada por un grupo de idolatras, entre ellos un tal Oqba, hijo de abu Muit, los que comenzaron a insultarlo. El Profeta seguía impávido con su cabeza sobre el suelo, era como si no escuchara a sus agresores. Esto los enfureció y el tal Oqba, Salió y consiguió un feto de camello, recién abortado, todo ensangrentado y soltando líquidos, y lo lanzó sobre el cuello del Profeta, que aún continuaba prosternado.
Muhammad no levantó siquiera la cabeza. Alguien aviso a su hija Fátima de lo que acontecía y ella rápidamente se hizo presente, preocupada y llorando se acercó a su padre y le quitó el feto de encima y lo ayudó a levantarse. Lo llevó hasta su casa donde le limpió la suciedad.
Este tal Oqba, en otra ocasión, en la misma Cabba y estando el Profeta orando, igualmente,
lo tomó del cuello y lo quiso ahorcar. Abu Baker, quien se encontraba presente en esta oportunidad, intervino y empujo a Oqba y le dijo:
“Quieres matar a un hombre solo porque dice que Dios es su señor”
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